El mismo camino todos los días se vale de una sola voz, la de Letitia Branea, una adolescente de la Rumania de los años 60, a la que el lector sigue hasta que alcanza la edad adulta. Criada por su madre (pues el padre, divorciado, está purgando largos años de cárcel sin que la hija sepa porqué), Letitia vive en una pequeña ciudad de provincias, en una casa con una única habitación, con su madre y su tío Ion, quien hace las veces de padre, inmersa en un ambiente y que le resulta sofocante.
Una mañana perdida es una novela monumental, al modo de las de Dostoievski o Mann.
Sus 566 páginas son engañosas; si no fuera por su letra pequeña y escasos márgenes, podría tener cerca de mil.
Pero no sólo por eso; la cantidad de personajes y vínculos, en general evocados por los diálogos o relatos en primera persona, conforman un árbol difícil de seguir.
La novela puede dividirse en tres partes: la primera en los años ’70 con el paseo matinal de Vica Delca, que sale de visita, y al no encontrar a nad... continue